REGRESA A TUS MONTAÑAS
Poesía de VICENTE RAMÍTEZ SANDOVAL
Mixteco, tú que haces,
aquí sin tus montañas.
Sin en frío de t us nubes,
lo airoso de tus cumbres;
sin el viento que mueve
las verdes cabelleras
de los altos pinares,
donde nace la alondra,
donde canta el jilguero
y anidan las palomas.
Mixteco, tú que haces,
aquí sin tus montañas.
Porque dejaste adrede
lo agreste de tus montes,
donde cae la cascada
con su canción eterna;
donde embalsama el viento
el perfume de orquídeas;
donde la noche duerme
arropada de neblinas.
Mixteco, tú que haces,
aquí sin tus montañas.
Sin sus calizas tierras
que te dieron la vida;
sin el aire tan puro
que respiró tu pecho;
sin los duros guijarros
que te vieron de niño,
aprendiendo a dar pasos
por aquellos caminos.
Mixteco, dame un punto,
donde apoyar mi fuerza,
para hacerte volver
aquella virgen sierra;
donde un día yo te vi
labrar tus sementeras,
cuidar de tus rebaños
en las vedes praderas,
hilando tus zarapes,
tejiendo tus sombreros.
Mixteco, quiero verte,
otra vez en tus lares,
aseando tu epidermis
en hornos temascales;
quiero oírte cantando
esa canción que entonas
y lo ecos repiten
con su voz tan sonora;
quiero oírte gritando
al despertar la aurora.
Mixteco, ya aprendiste,
que en bulliciosas calles,
no existe la quietud
de allá donde naciste;
pues si aquí hay abundancia
de comida y jolgorio,
hay mucha más violencia
que en aquellas alturas,
donde cuando eras niño
aprendiste a ser fuerte.
Vuélvete allá, Mixteco,
tu arado está inactivo;
los frutos del durazno
se han quedado podridos,
tu choza solitaria
no tiene luz ni vida;
se han borrado los surcos
que abriste en tu parcela
y todo está esperando,
Mixteco, tu regreso
CANTO A TAXCO
Poesía de VICENTE RAMÌREZ SANDOVAL
Para cantar a ti, Taxco querido,
que vistes de flores,
que te adornas con plata,
que te calzas con ricas pedrerías;
necesita mi voz el elegante esmero,
con que cantaron los poetas nuestros,
Don Juan Ruiz de Alarcón y Rafael Romero.
Tú tienes el sabor de tus jumiles,
el silbo del pinar de tus montañas,
donde nace lo fresco de tu clima,
donde canta el jilguero y el cenzontle,
donde el murmullo de tus manantiales
te recuerda los cantos de tu cuna.
Taxco, florido Nacimiento en vivo,
que te hace realidad cada mañana,
cuando besan los labios del dios Febo,
la airosa majestad de tus montañas.
En tus ferias se yerguen los penachos
de luces de colores y artificios;
en el sereno cielo de tus noches
y embriagan de alegría todo lo vivo,
con el vaivén humano de tu tianguis.
Doliente sales en Semana Santa,
cargada con la cruz y con grilletes,
a recorrer las calles de tus penas,
para lavar las culpas de tus gentes.
Mas sino tengo la argentina voz,
ni el sabor de jumiles que ofrecerte,
ni el silbar de pinares,
ni el canto de jilgueros no cenzontles,
ven a mi COSTA CHICA, Taxco mío,
yo tengo para ti calor de playas…
y sabor de mariscos…
y silbo de penachos de palmeras
y algarabía de loros y zorzales.
Tengo para vestirte acá en mis lares,
el manto azul y hermoso de mi cielo;
tengo para tus manos caracoles,
para tu rostro el nácar de mis conchas,
para tu frente, perlas de mis mares
y el abanico inmenso de sus olas.
Ven a mi COSTA CHICA, Taxco bello,
y serás la sultana de sus mares;
envidiarán tu cuerpo las sirenas
y serás semejante a las costeñas,
que el poeta deifica en sus cantares.
Acá ya no hay pasión ni penitencias,
por que las culpas lavan los oleajes;
hay alegría perenne y gusto inmenso,
hay canciones al son de las guitarras,
hay corridos al son del bajo sexto.
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