sábado, 30 de mayo de 2009

AGUA DE PERRO

Cuento de Cuca Massieu

El perrillo no era callejero porque los perros de ranchería no son callejeros, no hay calles, solo tiras de polvo y las casas con sus paredes de hueso enrejadas para mirar a la gente que pasa o el agua de burro zarandeándose contra los costados del animal, en su envase de latas que fueron de petróleo y ahora se ocupan para vender el agua. Porque el agua tiene que venderse en estos lugares que se secan de sed.

Los burreros la sacan de un pozo que está bien lejos sólo que hace poco se secó.
El perrillo era de feo y chistoso hasta bonito, pero si muy simpático y el único ser viviente del lugar que gozaba de la vida.

Tenía los ojos negros como botones de chaleco y el pelo brillante y liso. También el hocico húmedo.

Y ¿por qué húmedo –empezaron a preguntarse las gentes– si todo estaba que se caía de polvo y hasta los chamacos tenían la lengüita seca como de perico.

El perrillo movía alegremente su larga cola y la lengua, a un lado del hocico, chorreaba agua.

-¡pues miren al malvado animalito tan fresco! Y pronto el cuerito se le llenó de ojos que no dejaban de mirarle.

Todos tenían sed, las gentes, las matas, los palos de mango, y el perrito fresco y feliz.

Empezaron a mirarle con sospecha y las miradas de hombres, mujeres y niños polvosos y secos como monos de barro, lo seguían a todas partes y claro, una mañanita ardiente, se dieron cuenta de que el perrito tomaba camino sobre la brecha y allá va la cola de monos de barro tras de su alegre rabito enroscado como pedazo de serpentina.

Caminaron intrigados, no muy lejos de la ranchería, hasta llegar a un claro pedregoso y, precisamente, de la piedra más alta salían gotitas de agua como sudor en cara picada de viruela.

El animalito subió tiernamente las gotitas de agua y del mero copete de piedra brotaba un venero pequeño de agua transparente, pura y constante.

Los hombre clavaron con fuerza el pico y el venero bendito se hizo más grande, lanzando chorritos que resbalaba sobre la gran cara de piedra.

La sequía salió corriendo ante el olor a tierra mojada.

Las lengüitas de los niños se hicieron rosadas y húmedas; las flores recibieron su ración de agua y los cuerpos humanos se estremecían de placer con la frescura del agua.

El perrito fue el salvador del pueblo que se llamó en su honor, como se hace con los héroes.

Agua de Perro. (Municipio de Acapulco, Guerrero)
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