lunes, 9 de noviembre de 2009

EL SABIO QUETZALCOATL

Dictó a su pueblo leyes sabias y austeras

Jaime López Jiménez

Quetzalcóatl.- Del náhuatl: Serpiente Emplumada. En el siglo X d.C. los toltecas lo identificaron con el planeta venus. Nadie supo de dónde habría venido; tal vez de otro país atravesando el mar. Enseñó a su pueblo cómo fundir y trabajar la plata, labrar las piedras verdes llamadas “chalchivites”, otras hechas de conchas coloradas y blancas; y el arte de trabajar las plumas de los pájaros.

Dictó a su pueblo leyes sabias y austeras predicando una religión de amor y resignación. Habitaba en palacios milagrosos, unos de plata, otros de turquesa, otros de plumas como enormes nidos.

En tiempos de Quetzalcóatl, el pueblo recibió los beneficios de los dioses. Cuentan que la tierra producía mazorcas de maíz del tamaño de un hombre, cañas altas y verdes como árboles, algodón de colores, por lo que no era necesario teñirlo; y aves desconocidas de pluma y canto, por lo que nada faltaba a los habitantes de la dichosa Tula.

Mas vino el tiempo malo; la fortuna de Quetzalcóatl y de los toltecas acabó para siempre, éstos desaparecieron y Teotihuacan quedó abandonada. Los dioses disfrazados de viejos hechiceros, vinieron a la tierra con el propósito de destronar a Quezalcóatl y arrojarlo de sus dominios.

Uno de los hechiceros se presentó ante Quetalcóatl, y le ofreció la esencia que cura todos los males y devuelve la juventud. Bebió el rey del elixir que en una fina vasija ofreció el hechicero; y a los pocos instantes notó que no tenía dolores ni malestar alguno; por lo que bebió más, sin saber que el hechicero pretendía embriagarlo con el vino blanco de la tierra, hecho de maguey, para conducirlo más tarde y fácilmente fuera de la ciudad.

-¿Adónde iré, hijo? Aconséjame. Quiero salir de Tula para siempre.
-Irás a Tlalpallán-, repuso el hechicero satisfecho de los efectos de la bebida blanca; y agregó: ahí te espera otro anciano como yo y si tú haces lo que te indique volverás a ser joven. Entre tanto, otro de los viejos brujos, para evitar que el pueblo defendiera a Quetzalcóatl se quedó en la plaza repartiendo a los toltecas del mismo vino blanco hasta embriagarlos.

Quetzalcóatl, al son de las flautas que, para alegrarlo tañían sus fieles servidores, tomó el camino que conduce al mar. Llegó a un lugar llamado Quatitlán , debajo del árbol más grande y más grueso, se sentó a descansar. Pidió a uno de sus vasallos un espejo, miró su rostro y dijo: “Soy un anciano, justo es que me sucedan estas cosas”.
Al llegar a Coahpa, le preguntan: Quezalcoalt, ¿Adónde vas..? ¿Porqué abandonas a tu pueblo? A lo que respondió majestuoso el rey: Voy a Tlapallán, donde me llama el sol.

-Ve enhorabuena; pero déjanos la sabiduría de las artes para fundir plata, para labrar las piedras preciosas, para tejer plumajes y decorar vasijas. Entonces Quezalcoalt, quitándose las muchas y preciosas joyas labradas que llevaba, las arrojó a una fuente, como lo hace el día con las estrellas de la noche; y dijo: -Ahí está mi riqueza y mi sabiduría. Tomadlas.

Quetzalcóatl siguió, hasta las riberas del horizonte en donde comienza la línea del mar. Hizo construir una balsa formada de culebras, y en ella se fue navegando. Así como se ignora de dónde vino, no se sabe a dónde fue, desde que se perdió a los ojos de los hombres en las riberas del mar.

Posteriormente en el siglo XVI, los aztecas lo concibieron como un símbolo de la muerte y la resurrección, así como patrono de los sacerdotes. Y que según su profecía, regresaría por donde nace el sol como un personaje blanco, alto, corpulento, de frente ancha, ojos azules y barba tupida de oro rizado, así era Quetzalcóatl, el Sumo sacerdote de Tula.

Por ello, cuando el conquistador Hernán Cortés apareció en 1519, el rey azteca Moctezuma II, se opuso enfrentarse a los conquistadores españoles por identificarlos con Quetzalcóatl.

En la Costa Chica se tiene reverencia a Quetzalcóatl, por que los toltecas fueron los primeros pobladores de esta región.

¡Hasta la próxima..!
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